por Víctor Alarcón Olguín
Al margen de los números finales arrojados por la contienda electoral del presente año, el nivel de confianza en el sistema de partidos sale con un saldo muy negativo y el cual nos perjudica a los ciudadanos en su conjunto: asesinatos y desapariciones, campañas negativas, uso discrecional de la ley para sembrar delitos o sacarlos a relucir en plena contienda en caso de que los opositores se pongan incómodos; espionaje, pelea y desconocimiento entre las propias instituciones. Y a lo anterior cabe sumar la descomposición del entorno social con el ascenso del crimen organizado, lo que ciertamente ha venido a convertirse en un problema toral y cuya consecuencia más inmediata sea provocar la caída de los esfuerzos de reforma política abiertos en esta segunda parte del sexenio.
Pero esta no es la única explicación a la que se le pueda achacar todo lo malo que nos pasa. La clase política no ha sabido ni ha querido modificar sus hábitos. El clientelismo no se fue y por el contrario, se mostró renovado y sin disimulo en estas elecciones estatales. Panistas, perredistas y priístas desplegaron lo mejor del repertorio de artilugios y acusaciones mutuas en el uso indebido de los recursos públicos. Las autoridades electorales y penales han acumularon un volumen de trabajo y presiones que incluso provocaron la renuncia de la titular de la FEPADE.
Artículo completo en: http://mesapolitica.nexos.com.mx/?p=104
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