Sobre las debilidades de la izquierda colombiana
por Serrano Ribarroya
La cuestión de la posición minoritaria de la izquierda en el escenario político colombiano puede abordarse desde un doble punto de vista: por un lado, desde la perspectiva de la socialdemocracia europea; por otro, desde la perspectiva de las izquierdas latinoamericanas.
Desde el primero de los puntos de vista citados, habría dos izquierdas en Colombia. Una, homologada por la Internacional Socialista, sería la representada por el Partido Liberal Colombiano, una fuerza tradicional del establecimiento de Colombia. Otra, reconocida a duras penas como posible interlocutor de la socialdemocracia europea, es la encarnada por el Polo Democrático Alternativo. Esta opción política, poco conocida por la mayoría del centro-izquierda europeo, es considerada como excesivamente radical, dirigida coyunturalmente por sus corrientes internas antisistema y poco clara en su desvinculación ideológica respecto de la vía insurgente y del conflicto armado. Según esta primera perspectiva, en estos y otros elementos radicarían las causas de la marginalidad electoral del Polo, que no institucional y social. Recordemos que esta formación política gobierna Departamentos como Nariño y, sobre todo, Bogotá, al tiempo que está muy presente en los movimientos cívicos y sociales
Desde la perspectiva latinoamericana, la visión de las cosas es más compleja. Las inmensas desigualdades sociales, así como los escasos progresos en la lucha contra la pobreza y la indigencia exigen un programa profundamente transformador -radical- por parte de la izquierda colombiana, que venga a reemplazar a la antidemocrática y por lo demás inviable lucha armada. Además, el carácter del aparato de Estado colombiano -corrupto hasta la médula, extremadamente coercitivo, con vínculos con el narcotráfico y los paramilitares, que viola los derechos humanos o no los ampara de la forma debida-, reclaman de la izquierda un programa de reformas políticas e institucionales, de nuevo radical. Como en otras repúblicas andinas.
Pero, sin duda, la izquierda colombiana es débil, quizá por las causas que señala la socialdemocracia europea. Y también por otras que, sin ánimo de ser exhaustivos, vamos a apuntar como contribución a la reflexión colectiva. Citamos, en primer término, la atomización interna del Polo, sinónima de la atomización general de la representación política en Colombia. Utilizando una expresión prestada, diríamos que el Polo es una "sumatoria de debilidades", a la que recién se sumó el ex candidato presidencial Gustavo Preto, mediante la creación de un nuevo espacio político - Progresistas-, situado fuera del Polo.
En segundo término, esa atomización tiene un reflejo geográfico: el Polo, en paralelismo con las fuerzas conservadoras, se distribuye territorialmente en feudos, dando continuidad al 'caudillismo civil' y al gamonalismo -caciquismo le llaman los españoles- de tipo regional.
En tercer lugar, la izquierda política tiene una escuálida presencia en el mundo rural colombiano, poco dado, por lo demás, a la participación electoral por una serie de complejas razones que no es el momento de analizar. En un sistema político escasamente proclive a favorecer la participación electoral, la izquierda política parece perjudicada por el abstencionismo general. En unas elecciones presidenciales, el mayor porcentaje de abstención se dio en la primera vuelta de 1994, un 66'05% (Samper/Pastrana); el menor, en la segunda vuelta de 1998, un 40'98% (Pastrana/Serpa). En las elecciones presidenciales de 2010, se abstuvo un 50'70% del electorado en la primera vuelta, y un 55'52% en la segunda (Santos/Mockus).
En fin, enfrascado en su programa y sus mensajes radicales, el Polo subestima la importancia que asuntos como la violencia y la seguridad ciudadana tienen para la población en general y para las clases medias en particular. Estas, al compás de un sostenido crecimiento económico -con algún tímido logro en la lucha contra la pobreza y un sonado fracaso en la disminución de las desigualdades sociales-, adquieren un progresivo protagonismo social y político, y sienten poca simpatía por el mesianismo que empapa las propuestas y el lenguaje del Polo.
Tal vez las pistas por las que debiera transitar la izquierda colombiana para conquistar el favor electoral de los colombianos se llamen modernización (del Estado), democratización (de la sociedad y del Estado) y reforma (de la sociedad y de la economía). Con radicalidad pero con los consensos necesarios. Es menester recordar que la izquierda colombiana -Alianza Democrática-M19- participó activamente en la Constituyente de 1990 que dio a luz a la vigente Constitución de 1991. Uno de sus representantes, el actual Gobernador del Departamento de Nariño, Antonio Navarro, fue incluso vicepresidente de la Asamblea Constituyente. Con este antecedente, podemos afirmar que el proyecto de la izquierda colombiana ha de ser incluyente, abierto e institucional.
mardi 3 mai 2011
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