jeudi 14 octobre 2010

Cuatro notas sobre la crisis del gobierno Correa

por Serrano Ribarroya

Primera. Las informaciones fiables, disponibles en la actualidad, no confirman la tesis del golpe de Estado. Pero la rebelión grave e injustificable de un sector de la polícia y del ejército ecuatorianos podría haber desembocado en un golpe de Estado, hecho desgraciademente frecuente en Ecuador. Es más, el presidente Correa podría haber sido asesinado, independientemente que aceptemos o no que el presidente provocó a los manifestantes o que de hecho no hubo secuestro.

Segunda. La ley sobre la función pública está en el origen próximo de la insubordinación policial, pero no explica el fondo de la crisis. Como recuerdan algunos analistas, si bien es cierto que la ley elimina primas y bonificaciones, no es menos cierto que el gobierno del presidente Correa ha aumentado los salarios policiales en un 80% desde hace tres años. Todo parece apuntar a que la crisis ha sido un detonante en el marco de un amplio malestar ciudadano.

Tercera. Ese malestar proviene más de la forma de gobernar del presidente Correa que del contenido de sus políticas de cambio. La indicutible legitimidad de origen del poder de Correa, de su gobierno y de la heterogénea formación política que los apoya, se ve socavada por un ejercicio del poder que privilegia el radicalismo frente al pragmatismo, la confrontación frente al diálogo y la negociación, el populismo frente a la moderación. Y una constatación: sigue vigente la gran fragilidad de la institucionalidad democrática en Ecuador, y no sólo en Ecuador.
Cuarta. La comunidad internacional, en particular Unasur, reaccionó adecuadamente en apoyo del orden constitucional ecuatoriano, lanzando el mensaje claro de que ningún poder ilegítimo iba a ser reconocido por las diferentes instancias internacionales, empezando por las suramericanas. Pareciera que los actores internacionales aprendieron de las malas lecciones de la crisis hondureña. No obstante, habrá que trabajar más en la tarea de prevenir estas crisis antidemocráticas para evitar que éstas afecten, por ejemplo, a algún país situado más al sur.


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