Las Américas y el Mundo 2008 es un proyecto de investigación que analiza la opinión pública de los países de la región en asuntos de política exterior y relaciones internacionales. En esta ocasión la encuesta se realizó en cuatro países: Colombia, Chile, México y Perú. El sondeo se realiza cada dos años a una muestra representativa de la población nacional de estos países y pretende la incorporación gradual, en las próximas entregas, del resto de Iberoamérica.
Presentamos a continuación algunas conclusiones de este útil e interesante estudio.
En Iberoamérica encontramos un espacio plural y diferenciado en el que conviven visiones distintas sobre la relación con el mundo. En medio de estas diferencias hay, sin embargo, un clima de preocupación común frente a un entorno global que se percibe como turbulento y un interés compartido por aprovechar un entorno regional que ofrece oportunidades para el futuro. En cuanto a las diferencias en las percepciones sobre el mundo de colombianos, chilenos, mexicanos y peruanos, encontramos que a pesar de que los niveles de contacto directo con el exterior son similares (salvo en un aspecto particular en Chile, donde la migración y recepción de remesas es considerablemente menor), en los tres países sudamericanos hay niveles más altos de interés, conocimiento y activismo internacional que en México. En las preguntas que miden la gravedad de las amenazas percibidas y la prioridad de los objetivos, por lo general, los porcentajes de respuesta en México son más bajos que en los otros países, lo que podría indicar que los mexicanos tienen opiniones menos intensas sobre estas cuestiones. México, por tanto, parece encontrarse más retraído, menos interesado y más ambivalente frente al mundo que Colombia, Chile y Perú.
En términos de identidades regionales, México y Colombia se distinguen de Chile y Perú por la preeminencia de su identificación latinoamericana. En el tema de la difusión cultural, el mapa es distinto, pues Perú y México se muestran más abiertos que Colombia y Chile. En materia de nacionalismo económico, de nuevo, los alineamientos cambian: chilenos y peruanos simpatizan con la globalización en tanto que mexicanos y colombianos desconfían de ella. En relación a los sentimientos hacia EEUU, en Chile, México y Perú domina la desconfianza, en tanto que Colombia aparece como un caso excepcional por su valoración positiva de ese país.
La evidencia sugiere que hay áreas en las que existe un espacio latinoamericano común, pues en ciertos temas las opiniones y actitudes de la población de los cuatro países tienden a ubicarse en una misma posición. Las coincidencias más notables pueden agruparse en las siguientes cuatro grandes áreas: (1) el nacionalismo y las actitudes defensivas frente al exterior están vigentes en cuestiones simbólicas y culturales, como el orgullo nacional, el rechazo a los extranjeros y la oposición a la inmigración, pero no así en temas económicos como el comercio y la inversión extranjera, donde hay una inclinación favorable a la apertura; (2) hay una agenda internacional compartida en la que tienen preeminencia las preocupaciones y objetivos de carácter social, económico y de seguridad que afectan el bienestar de la población sobre asuntos menos tangibles; (3) la región latinoamericana en su conjunto se ve con mayor optimismo, tranquilidad y confianza que el resto del mundo, por lo que constituye el ancla y la prioridad de las relaciones con el exterior; y (4) las afinidades hacia los países desarrollados o con éxito económico tienden a ser mayores que hacia los propios vecinos latinoamericanos, a la vez que todos los países coinciden en sus valoraciones sobre los líderes de la región en términos positivos (da Silva, Rodríguez Zapatero y Bachelet) y negativos (Chávez y Castro).
Resulta necesario analizar también hasta qué punto se encontraron o no ciertos patrones comunes en las actitudes de la población. De los datos se deriva la conclusión general de que la edad, el nivel educativo y, en menor medida, el nivel de ingresos, tienen un impacto muy importante en ciertos aspectos de la manera en la que las personas perciben el mundo.
Las mediciones recabadas por la encuesta indican que los factores sociodemográficos no explican de manera suficiente otros aspectos de las orientaciones sociales hacia el exterior. El caso más importante es el referente a las actitudes hacia los extranjeros. En los cuatro países, no se encontraron diferencias significativas entre distintos grupos de edad y niveles de educación e ingresos con respecto a las actitudes de rechazo hacia los extranjeros y la inmigración. En este tema se trata de percepciones sociales ampliamente generalizadas en América Latina.
El estudio apunta un continente fragmentado, dividido en sus percepciones e identidades, sin un camino definido hacia una mayor integración que, sin embargo, es deseada por la mayoría. Lo que es más, se encuentran claros puntos de convergencia y un alentador, aunque posiblemente superficial, compromiso con el multilateralismo, la cooperación internacional y la coordinación regional activa. Los gobiernos latinoamericanos deben saber reconocer estas oportunidades e implementar políticas que saquen el mayor provecho de las actitudes de apertura económica, afinidad cultural y cooperación regional, debatiendo así cómo aprovechar las coincidencias en cuanto a prioridades y temores entre la población para apoyarse mutuamente, mejorando la cooperación regional y, con suerte, disminuyendo los sentimientos de rivalidad y la posibilidad de conflictos en la región. Esto permitiría un mayor peso por parte de la región, actuando en conjunto, dentro del sistema internacional, y dejando una posibilidad alentadora de crecimiento en el futuro.
Presentamos a continuación algunas conclusiones de este útil e interesante estudio.
En Iberoamérica encontramos un espacio plural y diferenciado en el que conviven visiones distintas sobre la relación con el mundo. En medio de estas diferencias hay, sin embargo, un clima de preocupación común frente a un entorno global que se percibe como turbulento y un interés compartido por aprovechar un entorno regional que ofrece oportunidades para el futuro. En cuanto a las diferencias en las percepciones sobre el mundo de colombianos, chilenos, mexicanos y peruanos, encontramos que a pesar de que los niveles de contacto directo con el exterior son similares (salvo en un aspecto particular en Chile, donde la migración y recepción de remesas es considerablemente menor), en los tres países sudamericanos hay niveles más altos de interés, conocimiento y activismo internacional que en México. En las preguntas que miden la gravedad de las amenazas percibidas y la prioridad de los objetivos, por lo general, los porcentajes de respuesta en México son más bajos que en los otros países, lo que podría indicar que los mexicanos tienen opiniones menos intensas sobre estas cuestiones. México, por tanto, parece encontrarse más retraído, menos interesado y más ambivalente frente al mundo que Colombia, Chile y Perú.
En términos de identidades regionales, México y Colombia se distinguen de Chile y Perú por la preeminencia de su identificación latinoamericana. En el tema de la difusión cultural, el mapa es distinto, pues Perú y México se muestran más abiertos que Colombia y Chile. En materia de nacionalismo económico, de nuevo, los alineamientos cambian: chilenos y peruanos simpatizan con la globalización en tanto que mexicanos y colombianos desconfían de ella. En relación a los sentimientos hacia EEUU, en Chile, México y Perú domina la desconfianza, en tanto que Colombia aparece como un caso excepcional por su valoración positiva de ese país.
La evidencia sugiere que hay áreas en las que existe un espacio latinoamericano común, pues en ciertos temas las opiniones y actitudes de la población de los cuatro países tienden a ubicarse en una misma posición. Las coincidencias más notables pueden agruparse en las siguientes cuatro grandes áreas: (1) el nacionalismo y las actitudes defensivas frente al exterior están vigentes en cuestiones simbólicas y culturales, como el orgullo nacional, el rechazo a los extranjeros y la oposición a la inmigración, pero no así en temas económicos como el comercio y la inversión extranjera, donde hay una inclinación favorable a la apertura; (2) hay una agenda internacional compartida en la que tienen preeminencia las preocupaciones y objetivos de carácter social, económico y de seguridad que afectan el bienestar de la población sobre asuntos menos tangibles; (3) la región latinoamericana en su conjunto se ve con mayor optimismo, tranquilidad y confianza que el resto del mundo, por lo que constituye el ancla y la prioridad de las relaciones con el exterior; y (4) las afinidades hacia los países desarrollados o con éxito económico tienden a ser mayores que hacia los propios vecinos latinoamericanos, a la vez que todos los países coinciden en sus valoraciones sobre los líderes de la región en términos positivos (da Silva, Rodríguez Zapatero y Bachelet) y negativos (Chávez y Castro).
Resulta necesario analizar también hasta qué punto se encontraron o no ciertos patrones comunes en las actitudes de la población. De los datos se deriva la conclusión general de que la edad, el nivel educativo y, en menor medida, el nivel de ingresos, tienen un impacto muy importante en ciertos aspectos de la manera en la que las personas perciben el mundo.
Las mediciones recabadas por la encuesta indican que los factores sociodemográficos no explican de manera suficiente otros aspectos de las orientaciones sociales hacia el exterior. El caso más importante es el referente a las actitudes hacia los extranjeros. En los cuatro países, no se encontraron diferencias significativas entre distintos grupos de edad y niveles de educación e ingresos con respecto a las actitudes de rechazo hacia los extranjeros y la inmigración. En este tema se trata de percepciones sociales ampliamente generalizadas en América Latina.
El estudio apunta un continente fragmentado, dividido en sus percepciones e identidades, sin un camino definido hacia una mayor integración que, sin embargo, es deseada por la mayoría. Lo que es más, se encuentran claros puntos de convergencia y un alentador, aunque posiblemente superficial, compromiso con el multilateralismo, la cooperación internacional y la coordinación regional activa. Los gobiernos latinoamericanos deben saber reconocer estas oportunidades e implementar políticas que saquen el mayor provecho de las actitudes de apertura económica, afinidad cultural y cooperación regional, debatiendo así cómo aprovechar las coincidencias en cuanto a prioridades y temores entre la población para apoyarse mutuamente, mejorando la cooperación regional y, con suerte, disminuyendo los sentimientos de rivalidad y la posibilidad de conflictos en la región. Esto permitiría un mayor peso por parte de la región, actuando en conjunto, dentro del sistema internacional, y dejando una posibilidad alentadora de crecimiento en el futuro.