mardi 12 octobre 2010

El mando policial

La crisis policial del 30 de septiembre [en Ecuador] tuvo como una de sus causas centrales la ruptura del mando dentro de la institución. Conforme se esclarecen los hechos ocurridos ese día, aparece más claro el profundo malestar de la tropa hacia los oficiales y a la cúpula. En rigor, lo que ocurrió aquel día fue una doble insubordinación de la tropa: hacia su mando y hacia el Gobierno.Parte del dramatismo de los hechos ocurridos se explica justamente porque una vez estallado el conflicto, no había con quien dialogar ni negociar. El propio presidente ha revelado que durante su permanencia en el hospital policial le visitaron al menos tres delegaciones de supuestos representantes de la tropa.

El conflicto policial permite un análisis de las dificultades que traen los procesos de cambio fijados por el Gobierno. Al respecto, hay que hacerse una pregunta clave: si los malestares que provocan los cambios, porque afectan intereses y privilegios, pueden evitarse con determinadas metodologías de trabajo. Que los cambios provocan malestares puede ser una verdad de Perogrullo; el tema clave es que no tienen por qué terminar en grandes crisis. Hay una conclusión inevitable a la que se llega como consecuencia de la insubordinación policial: el proceso de reforma de la institución llevado a cabo por el Gobierno ha sido un completo fracaso, no solo por los malos resultados que ha dado a pesar de los recursos invertidos, sino porque devino en un conflicto violento.

Nadie cuestiona las intenciones y legitimidad del cambio que propone el Gobierno; nadie está de acuerdo en dejar las cosas como estaban, pero es inaceptable que las dinámicas de cambio sean para dañar y deteriorar más lo existente.El restablecimiento del mando dentro de la Policía es un tema crucial para salir de la crisis. El esfuerzo del Gobierno debe concentrarse en legitimarlo frente a la tropa para restablecer la unidad institucional; pero debe también reconocerle una autoridad propia en lugar de someterla a una subordinación completa, hasta paralizarla y desautorizarla frente a sus propias bases.

Hay un criterio básico, fundamental, que pareciera no respetar el Gobierno: el de las autonomías relativas de las instituciones. No se trata de dejarlas a su libre albedrío, ni mucho menos; pero tampoco de asfixiarlas con dinámicas de cambio difíciles de ser procesadas y manejadas en tiempos cortos. Muchas conmociones simultáneas dentro de la Policía, en nombre de una autoridad gubernamental que quiere mostrarse inflexible, le llevaron al país a la más violenta y dolorosa crisis política desde el retorno a la democracia.

Artículo de opinión publicado el 11 de octubre de 2010 en el diario HOY (Ecuador).
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