Opinión.
por Serrano Ribarroya
En editoriales, análisis y comentarios, algunos agudos y brillantes, se aborda el reciente proceso electoral colombiano. El núcleo de esas opiniones, vertidas en medios tanto latinoamericanos -por supuesto, colombianos- como europeos, nos ilustran sobre las razones que han llevado a Juan Manuel Santos a la Presidencia de la República, así como sobre las causas de la derrota de Antanas Mockus.
Decimos de entrada que esas razones y causas contempladas por los analistas no nos convencen. Y adelantamos una hipótesis seguramente incómoda. Santos ganó porque tenía que ganar. Tenía que ganar porque las clases dominantes de Colombia -el establecimiento- no contemplaban otra posibilidad, y ello, sin recurrir al fraude masivo y mediante un proceso electoral limpio, democrático. También porque la izquierda -a la que no le sirve el argumento de la alta abstención, alrededor del 60%- se muestra por el momento incapaz de presentar una alternativa creíble, viable y coherente a los ciudadanos.
Santos ganó porque tenía que ganar. Prometió, y cumplirá, continuidad. No sólo en las políticas de seguridad respecto a las FARC y otras formas de criminalidad. Continuidad también en la ausencia de políticas redistributivas, en la ausencia de políticas de lucha contra la desigualdad social, en la ausencia de políticas de erradicación de la pobreza y la indigencia. Continuidad asimismo en la "timidez" de la lucha contra los paramilitares. Continuidad en la política de protección de los intereses de los más ricos, y, de paso, de amplios sectores de la clase media colombiana. Un programa, podemos convenir sin esfuerzo, triunfador. Los partidos del establecimiento -el ganador de la U, el Conservador y el llamado del Cambio Radical, pero también el supuesto opositor, el Liberal, que no se sabe por qué razón es miembro de pleno derecho de la Internacional Socialista,- todos, detrás del Presidente electo, para que nada cambie. Algún sesudo analista apunta que cambiará el talante. Curiosa forma de cambiar la repugnante desigualdad e injusticia que corrompen la sociedad colombiana, una de las más injustas y desiguales del mundo.
Precisamente en esa corrupción apabullante que recorre los rincones, no todos, de Colombia, encontramos una de las razones por las cuales el doctor Mockus no podía ganar las elecciones. Qué gran desconocimiento de su país de nacimiento, quizá, en realidad, no de origen. La corrupción en Colombia como en casi todas partes, se combate ante todo aniquilando las causas de la desigualdad social. Pero el doctor Mockus se remite a un combate moral, de legalidad. En una versión benevolente podríamos afirmar que el candidato derrotado se comporta de forma ingenua. En otra versión más política afirmaríamos que estamos ante un representante larvado de la derecha, con tintes apolíticos, "apartidistas" y populistas de guante blanco. Y para candidato de la derecha los colombianos han tenido la posibilidad de votar por el representante más genuino de esa opción, el presidente electo.
Santos ganó porque prometió, y cumplirá, que nada cambiaría. Mockus perdió porque no convenció de que, en el fondo, el tampoco quería cambiar el estado de cosas, a pesar de que lanzó un mensaje claro: rechazó una alianza con el Polo, es decir, negó cualquier compromiso con el progreso social.
La izquierda colombiana, para vencer en las elecciones, precisa, no sólo el fin de la violencia política -volveremos en otra ocasión sobre este asunto-, y, por tanto, de un incremento de la participación electoral, sino también un programa que integre políticas claras de seguridad y combate contra el crimen y el terrorismo, así como políticas redistributivas de crecimiento.
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