Opinión
Marco Enríquez-Ominami
Más que por méritos propios, Sebastián Piñera triunfó gracias al derrumbe político y moral de la Concertación, que durante este primer año de mandato ha sido notoriamente incapaz de hacer oposición debido a su falta de coherencia y proyecto de país.
El bonapartismo de derecha ha gobernado a su amaño, salvo las disputas entre sus propios partidarios: el liberalismo de RN (Renovación Nacional) y el conservantismo populista de la UDI (Unión Democrática Independiente); por otro lado, los políticos versus los gerentes del retail (grupos económicos).
El primer año de Piñera no le ha sido nada fácil: un terremoto y una reconstrucción bastante lenta e ineficaz en un país pobre y desigual.
Pero también una gran metida de pata respecto al precio del gas en Magallanes que le significó, prácticamente, una rebelión regional; torpes declaraciones de la intendenta de Bíobío, que demuestran el poco respeto a la ley y el marcado personalismo y populismo de una parte de la UDI, que utiliza a los pobres como si fueran de su propiedad, una especie de inquilinos y de empleadas propias.
Tiene suerte Sebastián Piñera al contar con una oposición tan impresentable que le está evitando una justa acusación constitucional contra su intendenta.
El Presidente se caracteriza, psicológicamente, por un enorme narcisismo, además de voluntarista, pero que encarna la línea de presidentes de la acción más que presidentes árbitros y toma decisiones rápidas sin apreciar demasiado la ley y la Constitución de la República.
Esta forma de ser explica muchas de sus actuaciones, por ejemplo, en el caso de la termoeléctrica de la IV Región se saltó toda normativa y resolvió el asunto con un solo llamado telefónico.
En lo que respecta al salvataje de los mineros corrió riesgos y triunfó.
Piñera es buen apostador que siempre quiere ganar, a veces lo hace, pero en otras pierde y demuestra una gran incapacidad para soportar la frustración.
El punto más flaco del Presidente es la mezcla entre los negocios y la política; afortunadamente, ha ido desprendiéndose, paulatinamente y con el dolor de su alma, incumpliendo promesas pasadas, de Colo Colo, del Canal de TV y de la línea aérea Lan-Chile.
Este gobierno está bajo el signo de la acción y de correr riesgos, pero las pilas alcalinas se agotan: en este plano hay un gran contraste con el inmovilismo, en extremo conservador, del último tiempo del gobierno anterior, pues en menos de un año, el Ejecutivo ha propuesto terminar con el 7% que se cobra a los jubilados por concepto de salud, aumentar en seis meses el posnatal e impulsar un riguroso control respecto al abuso empresarial en el campo de los trabajadores.
Es cierto que el titular es mucho más que el contenido, sin embargo, es mucho mejor actuar que contemplar, al menos, en política.
Al comienzo del año 2011 Sebastián Piñera cambió su Gabinete demostrando flexibilidad y capacidad de reacción: incluyó a dos ministros políticos de trayectoria parlamentaria, los que se muestran ganosos y, hasta ahora, lo han hecho bastante bien en lo retórico, dándole contenido político al populismo gerencial que ya estaba haciendo agua.
En política exterior, inesperadamente -al igual que Santos en Colombia- el actual gobierno de derecha ha demostrado bastante capacidad, especialmente en el tratamiento con los países vecinos, pero aún queda por ver cómo enfrentará el tema del mar para Bolivia y el conflicto con Perú.
La Cancillería tiene más buenas palabras que actos eficaces que redunden en una verdadera política latinoamericana que, algunos presuntuosos de la derecha y de la Concertación negaran al pensar que Chile ya no era parte de América latina, sino del primer mundo.
El segundo año del gobierno de Piñera, que recién comienza, permitirá definir el verdadero carácter de la derecha, ahora en democracia, y si demuestra capacidad de perpetuarse en el tiempo. Hasta ahora, el bipolio -Concertación-Coalición por el Cambio- ha sido más bien gris para el desarrollo de la democracia chilena.
Publicado en Infolatam, 8 de marzo de 2011