Michelle Bachelet terminó su mandato con clamores de retorno para el 2014. Académicos como Jocelyn-Holt advierten del escaso “techo histórico” de esta aspiración, ya que son varios los ex presidentes que se quedaron con las ganas. Sin embargo, su caso pudiera ser distinto, y no por ser mujer. Deja el poder con un índice de popularidad inédito en la historia política reciente. Poco importa si su fundamento está en el cariño, así como los intentos por desacreditarlo. Lo que cuentan son los resultados. Interesa observar ahora las decisiones que adoptará para mantener dicha popularidad en el tiempo. Juega a su favor la poca probabilidad de que se intente erosionar su figura y su legado mientras las urgencias de la reconstrucción acaparen la agenda. Si ello sucede, no deja de concitar curiosidad por cuanto la suya fue una gestión suficientemente vilipendiada en ejercicio. Así como su popularidad resulta difícilmente atrapable mediante códigos tradicionales, no es aventurado pensar que contenga, además, la resiliencia necesaria para enfrentar los embates que surgirán, muy probablemente, cuando se involucre en la política contingente.
Pero una cosa es detentar la Presidencia desde el punto de vista formal y otra, tener la autoridad informal, relacionada con la capacidad de satisfacer expectativas que, a menudo, no son explícitas. Como algunos creen que la Presidencia tiene capacidades taumatúrgicas, se le adjudican responsabilidades por la llegada de la derecha a La Moneda. De hecho, se afirma que no habría realizado esfuerzos suficientes para impedir el desgaste de la Concertación. Sin embargo, ¿podía haber hecho ella otra cosa? Accedió a la Presidencia premunida, además del apoyo electoral, tan sólo de sus atributos personales y una biografía seductora. Su paso por la Presidencia ha supuesto para ella no sólo aprendizajes, sino también la adquisición de elementos de los que carecía para incidir políticamente al interior de la coalición. Nos referimos a capital político, traducido en redes de apoyo, máquina electoral y poderes de patronazgo, así como poder informal, especialmente frente a sus socios políticos.
Así como Bachelet finaliza con un baúl de recursos nuevos, podría suponerse que ahora valorará, además de la lealtad y confianza personales, otros factores, como la capacidad. De haberlo hecho antes, pudiera haberse ahorrado algunos cambios de gabinete. También es esperable que aprecie la importancia de tejer redes de apoyo amplias y diversas. La Presidenta menos partidaria de todos ha sido, al mismo tiempo, la más fraccionalista, no dudando en privilegiar a su sector de procedencia al interior del PS, la Nueva Izquierda.
“Bachelet finalizó su Presidencia con un baúl de recursos nuevos…”.
* Directora Ejecutiva de Chile 21.
Publicado en el Diario La Segunda (17.03.2010)
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