por León Valencia
El ex presidente Álvaro Uribe Vélez puede encajar su tercera gran derrota política consecutiva y convertirse en presa fácil de organismos nacionales e internacionales de justicia si continúa en la estrategia de exhibirse internacionalmente y disputarle la agenda nacional al presidente Juan Manuel Santos.
Fracasó en su intento de continuar su proyecto político de manera personal a través de una segunda reelección porque subestimó la independencia de la Corte Constitucional. Luego vio sucumbir la candidatura presidencial de Andrés Felipe Arias, quien le ofrecía la posibilidad de gobernar por mano ajena.
No tenía otra alternativa que aceptar la postulación de Juan Manuel Santos; pero, tanto en la campaña política como en los meses que han transcurrido después de la elección, se ha dedicado a marcar la agenda del nuevo mandatario. No acepta el rumbo que Santos quiere darle al país. No quiere dejar de ser protagonista principal de la vida pública.
Está jugando con candela. Ni el ambiente que rodea a los funcionarios del gobierno saliente, ni el entusiasmo con que han sido recibidos los cambios anunciados por el nuevo gobierno en el país y en el exterior favorecen una actitud desafiante del presidente Uribe.
Uribe, nadie lo niega, le hizo aportes decisivos al país en seguridad y en confianza inversionista, pero la cadena de escándalos de corrupción y de atentados a la democracia y a los derechos humanos que están saliendo a la luz comienza a dejar un sabor agridulce en el paladar de la opinión pública.
En contraste, al nuevo gobierno lo bendicen los dioses. La comunidad internacional recibe con alborozo la distensión con Hugo Chávez y Rafael Correa, la disposición a profundizar la integración regional, la mayor apertura hacia Europa y la voluntad de poner en un lugar central de las preocupaciones nacionales a las víctimas de nuestro largo conflicto armado.
Y en amplios sectores de la dirigencia empresarial y política del país han caído muy bien la reactivación de las relaciones comerciales con Venezuela; la iniciativa de superar la aguda disputa con la justicia, y la reforma de las regalías para darles un manejo más racional a las bonanzas petrolera y minera que se avecinan.
El ex presidente Uribe debería hacer un alto en el camino y mirar con nuevos ojos esta situación. La estrategia de obstaculizar las transformaciones que está proponiendo Santos a través de los parlamentarios que le son afines y de los forjadores de opinión que lo siguen puede derivar en una confrontación dentro de la coalición de Unidad Nacional y en una recomposición del actual gobierno.
Puede ocurrir lo que nadie imaginaba hace unos meses: Uribe en pelea franca con Santos, y las fuerzas más cercanas a Uribe por fuera del Gobierno. Sería la tercera gran derrota en menos de un año. Una situación que dejaría al ex mandatario con una escasa protección frente a las graves controversias judiciales y políticas que enfrenta y enfrentará en el futuro.
No soy nadie para darle consejos a Uribe. Pero valdría la pena que considerara un repliegue, que no se dejara aupar por personas que quieren tenerlo en la primera fila de la batalla para escudarse en su popularidad y sacar beneficios de su garra y de su astucia.
Es el momento. Santos ha reconocido una y otra vez los méritos de Uribe y se ha cuidado de ofenderlo, con la esperanza de que el ex presidente se haga a un lado y le permita avanzar con celeridad en los cambios. Pero la actitud puede variar si el actual gobierno ve seriamente amenazada su agenda. Quienes conocen a Santos dicen que puede ser igual o más implacable que Uribe.
Publicado en: Corporación Nuevo Arco Iris, 11/11/10
lundi 15 novembre 2010
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