De la oposición y los “contreras”
El 28 de junio y el territorio bonaerense conforman el tiempo y el espacio en el que el peronismo gobernante define su futuro hasta el 2011, lo que no equivale a decir que su resultado pueda tener consecuencias dramáticas para el futuro del país. Una elección legislativa no debería ser un punto de inflexión tan crítico para un gobierno que asumiera el diálogo y el consenso como núcleo de su gestión política.
Este es un punto de vista que el kirchnerismo no tiene porque en esta contienda yuxtapone la interna partidaria y la competencia con un auténtico polo opositor integrado por la UCR, la Coalición Cívica y el Partido Socialista y porque la asunción de los valores antedichos nunca superó el plano discursivo. Es decir, que la pelea por el control del peronismo y la supervivencia del poder kirchnerista se resumen en un solo acto eleccionario, confundiendo las cosas.
El mismo vocabulario del denominado peronismo “disidente” refiere a su rol de oposición en tanto disputa interna. La “transición” de la que hablan, hace alusión al recambio de liderazgo que se está operando en dicha fuerza. En verdad no vamos hacia ninguna “transición” en el plano de la política nacional, no hay pasaje de un régimen a otro como fue el caso de 1983, estamos en presencia de una elección que definirá la calidad de la oposición, renovando la composición del Poder Legislativo en el sentido de un mayor control del gobierno o de continuar en la senda en donde la deliberación pública queda reducida, al cada vez más escueto círculo íntimo del matrimonio presidencial.
De este modo, el gobierno enfrenta esa doble tarea impuesta por el deterioro del sistema político sobre el cuál no ha operado cambio alguno. Peor aún, ha cabalgado sobre su fragilidad sacando provecho de su flagrante anemia. Es llamativo que desde el año 2003 el gobierno jamás tendió puentes de diálogo con los partidos políticos, privilegiando a las organizaciones sociales, en un principio, y a los núcleos duros del peronismo más socialmente cuestionado luego, para sostener el entramado de poder que ahora se pone en juego.
Una oposición responsable, al decir de Gianfranco Pasquino, “mejora la calidad democrática, aún cuando no alcanza a llegar al gobierno, pero persiste en candidatearse para él a través de su actividad de control y de orientación, de propuesta y de crítica.” En ese sentido, la cultura peronista de “resistencia” en su historia opositora parece haber determinado una forma de concebir la oposición como un actor que participa de un juego de suma cero. Por otra parte, la visión de la oposición como meros “contreras”, “máquinas de impedir”, o fracasados con ánimo de revancha, ha sido la forma en que el peronismo califica a la oposición cada vez que este se encuentra en el poder. Tal vez convenga establecer con el peronismo qué significa ser oposición, porque podríamos estar hablando de distintas cosas con el mismo nombre.
En una polémica publica que sostuvimos en el año 2000, la entonces diputada nacional Cristina Fernández de Kirchner decía: “Sería entonces aconsejable que el Gobierno comprenda que el sistema funciona a partir de roles concretos y definidos. El Gobierno deberá gobernar de acuerdo a la propuesta que formuló y por la cual lo votaron. La oposición deberá respetar ese mandato popular. “ Es probable que siguiendo los preceptos de esta visión limitada de la política el kirchnerismo se haya causado los peores males, buscando y prolongando enfrentamientos que lo han debilitado y afectando negativamente la posibilidad de aprovechamiento integral de las condiciones internacionales extraordinariamente tan favorables hasta hace pocos meses
Es una buena señal que el candidato a diputado nacional Néstor Kirchner haya bajado el tono de voz para llevar adelante su campaña política, mas allá de lo creíble que sea, y opte por una mesura y amabilidad que hasta ahora se le desconocía. También sería auspicioso que el período que se abre a partir del 28 de junio consolide un cambio de actitud sobre la manera de resolver los problemas de los argentinos. Para ello existe un polo opositor, serio y responsable, que no descalifica in toto la gestión del gobierno y está dispuesto a deliberar en el Congreso, junto a los legisladores oficialistas, las soluciones en una hora difícil para el país.
Es probable que, si todos los actores políticos comprenden su rol, estemos en los albores de la reconstitución del entramado político que desde fines del 2001 no sale de su postración. No se trata de volver al pasado, sino de mirar hacia delante y acordar que para construir poder en democracia es indispensable el esfuerzo colectivo del oficialismo y de la oposición.
Jesús Rodríguez
22 de mayo de 2009
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